El sábado pasado llegó la hora de despedirnos de nuestros amigos aventureros, aunque antes limpiamos un poco su casa ya que después de un año entero jugando y pasándolo bien, estaba un poquito sucia.
Ahí fue donde nos dimos cuenta que hay manchas que no salen, huellas que perduran y vivirán con nosotros toda la vida y que no es una despedida triste, sino un adiós lleno de lecciones aprendidas y recuerdos que nos hacen ser quienes somos.
¡Nos vemos en el campa!
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